jueves, 15 de octubre de 2009

Believe the invisible.

Una carrera de orientación montañera con compis de curro, o aquella vez que me perdí en la montaña de la urbanización con la pandilla o cuando teníamos que escribir una narración fantástica en Octavo para Castellano con los coleguis de clase.

Estos saltos en el tiempo comparten una magia especial. Una magia que aparece de la nada. Que sin buscarla la encuentras, la sientes, te abraza, te asombras, te eleva, nos eleva.

Recuerdo sentir una enorme comunión con el resto, una conexión que se escapa a la razón. Todos juntos éramos algo que funcionaba con perfección nórdica, con armonía filarmónica.

Nunca lo tuve tan claro.

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