martes, 7 de julio de 2009

Misterio en el LOFT.



Llego a la parada con esa prisa desconcertante de no saber si ha pasado mi bus. Este loft urbano con vistas a la calle, por ahora habitado por una pareja con suegra y dos niños.

Los 2 chavales, ambos con sendas carteras de cole a la espalda, bollycao en mano y skate en el culo, están aparcados cerca del bordillo mientras se pasan el móbil a ritmo de partida.

La pareja está atenta a las sucesiones de ruidos, colores y formas que se dan en la calzada. A parte, cada uno por su lado se deja llevar, sin rechistar, por la frescura del momento. La mujer se encarga de tranquilizar a su madre, ya mayor, de vida sembrada y recogida, y ahora preocupada por saber la duración del trayecto, el recorrido concreto y el precio del viaje que está a punto de emprender.

En cambio, el marido se distrae con lo que alcanza ver de los escaparates que se asoman detrás del bullicio de la calzada. Hay uno que especialmente le interesa. Un concesionario de todo-terrenos. Unos cristales extremadamente pulidos dejan ver la exposición de modelos. Algunos de ellos están "puestos en situación", con reproducciones escalofriantes de rocas, troncos y hasta de algún río.

Sin motivo aparente la pareja desaparece de la escena. Es una desaparición de serie de superhéroes, de esas en las que seguidamente aparece un "¡Flop!" impreso en la pantalla. Hijos, suegra y el que escribe coincidimos en girarnos en el mismo momento y dirección para no encontrar nada anormal. Miramos al unísono al otro lado. Finalmente la negativa nos hace ir cada uno por libre.


Los niños se desplazan acera abajo para constatar que no hay ni rastro. La suegra con los nervios a todo gas persigue a los niños con la mirada, mientras clama: "¡Dónde están!", "¡Pero dónde se han metido!" y terminando en un "Niños, ¿que los véis?
Al digerir la respuesta, aterriza en mí una mirada. Pero encuentra en mi la perplejidad de no saber si estoy ante una cámara oculta, ante una emboscada de timadores lusos, o ante la propia realidad en estado alterado. Antes de que saliera de mi boca el sonido primitivo que iba gestando por dentro hacía ya un rato, escuchamos a uno de los chavales anunciar que en la marquesina aparece una foto de la pareja.

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