lunes, 20 de julio de 2009

Digestiones difíciles.


Ni la escuela te prepara, ni a esa edad de mayor piensas convertirte en... invasor de vidas ajenas.

Si mezclamos el destino, con algún que otro trauma infantil, esa habilidad de espía desarrollada durante la edad pueril, un oscuro interés en querer saber, otro más oscuro en querer divulgar y por que simplemente quieres enrollarte a la famosa de turno, tendremos todos los ingredientes para que acabes persiguiendo a famosetes. 

Sobre las presas, ¿qué decir?.
 
Están las de toda la vida, las que heredan la fama y el dinero, que no han hecho nada ni nada necesitan hacer para merecer tal privilegio. También están los artistas/futbolistas/presentadores/actores/directores, del momento o no, los que sin pretenderlo entran en este mundo por la curiosidad envenenada de la gente de a pie por saber de su vida privada. 

Después están los novios/as de los/as anteriores que levantan pasiones, envidias o risas. Si seguimos bajando en la pirámide encontraremos a los rolletes de los primeros/as, de los segundos/as y de los terceros/as, los que pillaron cacho una noche y pretenden vivir del cuento toda su vida, aquí también tienen cabida los concursantes anónimos de concursos morbosos.

Todo este circo se engrasa con programas de televisión que anuncian a bombo y platillo lo que da de sí la jornada del invasor, con tertulias de paparazzis con planta y discurso que elevan a quién les parece y humillan a los que se resisten. Paralelamente están las revistas de siempre, que fueron las precursoras de todo este mundillo.

Dado el riesgo a la integridad física que desde siempre han sufrido los invasores, desde Julio Cesar pasando por Napoleón y terminando con Bush (hasta día de hoy) no sería un disparate que hubiera una escuela que enseñara a los futuros invasores cómo tragarse la cámara, micro o sus ganas de informar.

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