jueves, 18 de junio de 2009

Piratas en el estanque.

La vida en el estanque es tranquila.

El sol cosquillea a todo aquél que decida saludarlo.
La suave brisa matutina acaricia el agua mientras levanta pequeñas sonrisas a las olas aún somnolentes.

Cuando nos sumergimos y los pulmones dejan de aspirar, descubrimos cómo las diferentes vidas impulsadas por branquias buscan el desayuno.

El equilibrio se rompe cuando una hoja seca del platanero se estampa contra el agua. El choque hace que las olas dormidas rompan a reír a carcajada limpia.

Como si se tratara de una procesión, las olas mueven a lo ancho y largo del estanque a nuestra hoja recién llegada.

No ha caído por la brisa matutina. Ni por estar seca. Ni por no aguantar más en el árbol. Han sido un grupo de hormigas subversivas las que han provocado la caída prematura y que ahora, intentan tomar el control de la situación.

¿El objetivo? Hacerse con la hoja de parra custodiada por un escuadrón de mariquitas, que siguen desplazándose a su aire estanque pá-rriba, estanque pá-bajo.

Se preparan para el asalto.

El capitán, en un discurso memorable, recuerda el papel de cada miembro de la guerrilla en el abordaje. Los sargentos se enorgullecen del capitán. Los soldados maldicen estar escuchando aquello en aquél momento.

Un sargento emocionado por el discurso se adelanta a la orden y lanza al agua el trozo de chicle destinado a sujetar la hoja de parra. Con él caen unos cuantos miembros de la guerrilla.

Las mariquitas descubren el plan.

En un acto reflejo echan a volar, llevándose la hoja de parra sin recabar que lleva un chicle enganchado en el reverso.

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